viernes, 29 de junio de 2012

Antropología visual a pie de calle


¿Dónde? : Zaragoza (centro) ¿Cuándo?: Semana Santa 2012


Dentro del ciclo del año litúrgico cristiano la semana santa es uno de los momentos más importantes ya que la celebración está plagada de elementos costumbristas que forman parte ya de la memoria colectiva. La ciudad en Semana Santa se convierte en el lugar por excelencia de las celebraciones públicas y colectivas en forma de procesiones. Tanto la Semana Santa como durante la Cuaresma se cumplen una serie de ritos que rozan la superstición. Las procesiones se organizan y se desarrollan gracias a las cofradías y hermandades. Estos actos se producen como una mediación entre Dios y el pueblo lejos de espacios sagrados como vemos (al fondo, la Catedral del Pilar). Por otro lado se trata de coincidir la estructura social y ampliarla a todas las capas sociales uniendo sociedad y ritual por lo que podemos ver gente que simplemente se para a mirar mientras pasa la procesión. Este rito simbólico responde a la búsqueda subjetiva de los creyentes y a su necesidad de la experiencia simbólica. La estructura de las cofradías está bien diferenciada, cada una tiene su propia procesión y sus propios estratos sociales como vemos en los diferentes atuendos. Hay que hacer especial mención a los colores y a su posición en la procesión para comprender su función dentro de la organización.


Podemos considerar este tipo de rituales como un ejemplo de la pervivencia de la historia en la religiosidad actual. En esta foto vemos dos tipos de realidades como son las costumbres modernas (vestimentas para la ocasión con materiales modernos) y las costumbres de la edad media (exposición/dramatización del ídolo) momentos en los que se desarrolla este ritual. Si miramos al pasado veremos que este tipo de actividades se vio favorecida por el Concilio de Trento ya que concibió y se generó gracias a las cofradías y a las hermandades. En la actualidad podemos ver como se siguen reproduciendo los gustos estéticos de hace siglos de los que podemos identificar vestigios de la antigüedad que llegan a ser incluso paganos (cetros que llevan en la mano o en general el panem et circenses romano). Un ejemplo gráfico de esto lo vemos en los “caperuchos” que hacen referencia al origen medieval pero también en los cinturones de cuerda que hacen referencia al mundo romano. Durante los primeros siglos del cristianismo no se llevó a cabo la “dramatización” o el “teatro cristiano” dada la similitud del teatro pagano con la vida cristiana por riesgo a la superposición de la escena con la vida cotidiana por lo que solo se limitaban a la liturgia hecho que se pospuso hasta la época carolingia que se superpuso las liturgias (procesional y la teatral). Su función en su tiempo era la de ser iconoclasta ya que de otra manera la sociedad no vivía la religiosidad con el fervor que debiera ya que no tenían acceso directo. La celebración de la semana santa se expresa por tanto en tres niveles dramatúrgicos: en formas litúrgicas tradicionales, en formas devocionales o paralitúrgicas y finalmente en representaciones de la pasión con clásicos del teatro como son textos, actores, vestuario, escenografía.. 


Como vemos además de los cofrades y sus diferentes status hay un conjunto de mujeres que acompañan al séquito. Desde mi punto de vista esto es muy importante para comprender la funcionalidad de este rito. Si atendemos a su vestimenta y a su lenguaje gestual existe una clara proyección de lo que se está escenificando, van de negro y sus caras son de tristeza. Existe la creencia de que Jesús actúa a modo de salvador contra los deseos individuales y la violencia colectiva. De este modo la figura de Jesús es una transferencia de lo individual y de lo colectivo lo que implica hacer explicito lo implícito. Del mismo modo se produce la escenificación de todo un mundo irracional e inconsciente que no tiene cabida en el razonamiento lógico dando lugar a la confrontación con la propia imagen. Si nos damos cuenta en todo lo que es el ritual en sí vemos que el simple hecho de mirarlo lleva implícito más de un significado ya que en este acto estar cara a cara con la imagen implica una esperanza, esperar a que ocurra algo. Los creyentes tienen fe, que no curiosidad, a la hora de ver la imagen por lo que no la miran del mismo modo con el que la que lo miro yo por ejemplo.
En aquel momento se oían comentarios de seguidores que decía que “la imagen parece que nos mira” es decir, que en la religiosidad de estas personas se lleva a cabo un diálogo con su mundo interior y el grupo que se representa en recuerdos de personas, situaciones, problemas, necesidades y que puedo deducirlo de las lagrimas que muchas de estas mujeres tenían en sus caras. Otro detalle a tener en cuenta es la transferencia positiva que todas estas personas llevan a cabo y es que todos “creen mucho en él” hecho que nos indica que la proyección que llevan a cabo alcanza niveles de existencia elevados hasta el punto de considerar que la imagen y la persona de Jesús no sea un simple objeto sino algo vivo que se aleja de lo simplemente artístico. Este distanciamiento provoca que puedan establecer incluso relaciones personales de tipo simbólico que lleva en sí una parte de realidad en sentido antropológico. La imagen de dios tiene la capacidad de desencadenar este mecanismo de proyección en las personas por lo que la imagen se carga de sentido emocional. Esto nos indica como la gente para fundamental sus costumbres o sus prácticas no utilizan solo la ideología o la jerarquía de valores, que sería lo lógico, sino que todo el ritual va dirigido a la emoción y a la tradición. Por lo tanto, los creyentes creerán que esta procesión es buena o no en función de la emoción que puede despertar en cada uno.


Por otra parte creo que es necesario mencionar que el culto a las imágenes y sacarlas en procesión es también un hecho histórico por sí mismo ya que procede de la antigüedad no solo de la etapa medieval. Parece que no se trataba tanto de procesionar imágenes como hacerlo con iconos que reflejasen momentos de la vida de Jesús, de la Virgen y de los santos. De esto deduzco que religión pública y privada y entre doctrina religiosa y los aspectos estrictos de la religiosidad popular debía de existir en los últimos años del Imperio Romano y puede que incluso antes, en la religión pagana. La sensibilidad religiosa hace más frecuente este tipo de imágenes religiosas y la unión entre lo público y lo privado. La religiosidad y la relación que se establece con la imagen son muy profundas, tanto que existe una identificación con su imagen y el dolor que este demuestra. El “paso” de Jesús como vemos en la foto resulta pesado para los costaleros y llegan a decepcionarse si este no lo resulta ya que por liturgia e identificación este debe ser por definición dificultoso o doloroso. Se comprende por lógica que Jesús es pesado porque les lleva a todos ya que Jesús es cada uno y el grupo en general por lo que no sabemos ciertamente si son los costaleros los que llevan a Jesús o es Jesús el que lleva a los costaleros hacia la Virgen del Pilar. Sea cual sea el motivo, el costalero obtiene su razón de ser en el sufrimiento. De este modo llevar a Jesús se convierte en un honor que se extiende no solo a los nazarenos si no al resto de la comitiva. Esto supone que la comitiva junto con la imagen representa una historia, un drama de manera que el doble plano está presente en todo este acto así como el sentimiento de unidad. La dualidad se extiende también a las actitudes de las personas ya que se muestran contradicciones emocionales frente a la vida y la muerte y frente a la violencia y la paz. De esta manera un momento de clavario es vivido como una fiesta al lado de las mujeres que se lamentan, todo ello al son del tambor. Así un condenado a muerte en el Calvario se proclama como vivo, pasa de ser victorioso a ser imagen del fracaso de la humanidad o pasa de ser una figura de respeto a ser blasfemada para finalmente ensalzarla. Esto refleja en cierto modo el poder de la masa popular y con ello la popularización de la religiosidad ya que los curas, figuras de autoridad normalmente, pasan a un segundo plano. Todos estos opuestos, curiosamente, generan unidad ya que los opuestos según el cristianismo son la razón de ser del hombre.  


El origen del “capirote” (gorro que lleva esta persona) es propio de la Inquisición. Las personas que estaban castigadas por motivos religiosos se les imponía la obligación de usar una prenda de tela que les cubriera el pecho y la espalda y un cucurucho de cartón en señal de penitencia. Durante los actos y procesos del tribunal, a muchos de los penitentes se obligaba a usar una prenda de tela que cubría el pecho y la espalda (sambenito) además de un capirote o cucurucho de tela, cartón u otro material, que debían llevar colocado encima de la cabeza, en señal de la penitencia que les había sido impuesta. En la las ciudades en las que tiene más seguimiento la Semana Santa podemos ver variaciones del capirote como por ejemplo: las diferentes alturas del capirote, colores diferentes en función de la región y la Hermandad, solo el cucurucho de cartón cubierto con tela sin el antifaz (portadores de pasos de Murcia) o el uso del capirote de cartón que se cubre con la tela, que es prolongada por delante en el antifaz y por la espalda en la muceta. En Andalucía por ejemplo, hay diversas alturas de capirote con significado específico que no se ha traspuesto a la Semana Santa de Zaragoza.


La cantidad de seguidores como he comentado se identifican con la imagen pero hay que tener en cuenta otro sentimiento como es la rivalidad entre otras cofradías aunque todos idolatren a la misma imagen y vivan el mismo momento religioso. De este modo comprendo que existe una relación solo vertical-proyectiva y no una relación horizontal. Esto hace que se establezca otro tipo de relación entre ellos como esta mística o simbólica a través de la imagen. Así, la imagen y el ritual supone un capital simbólico importante que los diferentes grupo quieren apropiarse con el fin de apropiarse del poder del grupo total de seguidores y cofradías. La identificación de Jesús permite expresar y gestionar las fuerzas irracionales del inconsciente de los individuos y del grupo que la razón no puede realizar por lo que la representación se actualiza uniendo lo sagrado y lo absoluto a favor de lo profano. Para hacer realidad la identificación el ritual utiliza todo tipo de elementos y acciones que recuerden lo que ocurrió como por ejemplo el desorden, el jaleo, los olores…de este modo se vive la experiencia simbólicamente. El funcionamiento simbólico pasa por la sustitución y la plurivalencia del ritual. Con la sustitución vemos como se produce la identificación con el personaje del pasado y con su espacio y tiempo con personas y acciones del presente para poder darle más emotividad de manera que la procesión sería una escenificación y algo más profundo. Por ello, el incienso, las flores, los colores de su vestimenta y sus actitudes tienen un doble sentido ya que tienen una función presente del día a día en la liturgia y suponen un vehículo para transportar a los creyentes a otro plano, un plano en el que la muerte, la violencia da paso a la vida y a la reconciliación. 


Como he comentado, en este acto se unen dos tiempo y dos espacios como el origen, el drama de Jesús que salvó al grupo y lo fundó y el momento actual por lo que este momento se convierte en único y sagrado (momento de salvación dentro del día a día). Los objetos del ritual como un trozo de madera, una túnica, una cruz, un tambor..etc, son objetos de ahora pero tienen un significado claro, la representación de la propia divinidad. Son estos elementos los que hacen que la divinidad permanezca viva en el imaginario popular ya que son los encargados de trasportar emocionalmente al creyente hasta el momento del calvario. La representación no solo es con el pasado sino que muchas veces se utilizan símbolos anacrónicos por lo que no solo se trata de representar el pasado si no que la intención en revivir la experiencia del drama (no se basa solo en detalles ni tampoco hay un acuerdo tácito). Sin embargo la acción tiene una ambivalencia y una capacidad especial de sustituirse con el drama como es el caso de objetos o acciones que no se relacionan directamente con el ritual de la subida al calvario como es la presencia de otros santos que están presentes en tiendas con motivo de la Semana Santa. Estas estampas sin embargo tendrán la misma eficacia que la propia experiencia del calvario ya que se guardarán con el mismo aprecio (como comprobé personalmente al observar la conducta de mis compañeros de viaje al comprar estampas de santos solo en esta época del año). Otro ejemplo de estos actos no relacionados pero presentes en el publico asistente es por ejemplo la reunión en casa de algún familiar para rezar a una imagen de Jesús o hacer fotos como recuerdo.  


En esta imagen vemos una de las máximas más importantes de la procesión como es la adoración y el mecanismo de promesa (hay que fijarse en la cantidad de material dorado, flores y telas de gran calidad así como los atuendos de los miembros de la hermandad). En esta foto podemos ver cual es la relación del creyente con la imagen y como se hace efectivo el “dar para recibir”. Los devotos son capaces de donar lo que sea ya sea dinero, su propia presencia, su esfuerzo con el fin de que este mismo reciba desde la propia vida hasta paz interior, seguridad, amor…Esta es la materialización del deseo y la devoción. El deseo pocas veces está presente en el calendario litúrgico y supone este momento un día clave para exponer al ídolo las promesas que se han estado guardando para esta ocasión. Si no comprendemos esto no podríamos comprender la idea global de la Semana Santa. La relación de la imagen y la participación en la procesión hacen que la experiencia simbólica sea relevante y si a todo ello unimos el proceso de intercambio con el mundo de lo sagrado comprenderemos la relación de los profano con lo religioso. Como Mauss dijo los creyentes establecen una relación de “dar para recibir” muy común en la época antigua ya que este tipo de relación satisfacía la necesidad de continuar viviendo y de buscar soluciones a sus deseos amenazados por la muerte  y para su grupo que está amenazado por la violencia. Pagar el precio por la paz sería una necesidad más que una obligación hecho que deja entrever un tipo de “economía religiosa” que hace funcionar la liturgia del mundo religioso. De este modo los hermanos y cualquier creyente puede invertir el dinero que desea en honor a su imagen hecho que vemos claramente en la estructura de la procesión, en sus atuendos y sobretodo en las colectas (a veces descaradas o incluso agresivas). Un ejemplo de esto lo vemos en las colectas que se hacen en la propia iglesia (5 miembros en cada entrada) o incluso en la misma procesión. En este último caso será un hermano a cara descubierta en que pide donaciones incluso antes de que empiece la procesión paseándose por los lugares principales por los que pasará la procesión. Este acto es común en todo acto religioso y no para costear el ritual sino que posee significación profunda como es por ejemplo la cuota anual de culto de cada hermano, la lotería de navidad o rifas.

Bibliografía
A. Burgos, Folklore de las Cofradías de Sevilla: acercamiento a una tradición popular /Antonio Burgos.3ª ed. Sevilla: Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1982.152 p.: il. + 10 p.

C. Fernandez, Algunos vestigios dramáticos en la Semana Santa almeriense/Concha Fernández Soto. Narria: estudios de artes y costumbres populares. Ns. 89-90-91-92 (jun-dic.2000); p. 75-81;

J. M Jimeno Folklore de Semana Santa/José Mª Jimeno Jurío. Pamplona: Diputación de Navarra, Dirección de Turismo, Bibliotecas y Cultura Popular, [1973].30 p.

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