¿Dónde? : Zaragoza (centro) ¿Cuándo?: Semana Santa
2012
Dentro del
ciclo del año litúrgico cristiano la semana santa es uno de los momentos más
importantes ya que la celebración está plagada de elementos costumbristas que
forman parte ya de la memoria colectiva. La ciudad en Semana Santa se convierte
en el lugar por excelencia de las celebraciones públicas y colectivas en forma
de procesiones. Tanto la Semana Santa como durante la Cuaresma se cumplen una
serie de ritos que rozan la superstición. Las procesiones se organizan y se
desarrollan gracias a las cofradías y hermandades. Estos actos se producen como
una mediación entre Dios y el pueblo lejos de espacios sagrados como vemos (al
fondo, la Catedral del Pilar). Por otro lado se trata de coincidir la
estructura social y ampliarla a todas las capas sociales uniendo sociedad y
ritual por lo que podemos ver gente que simplemente se para a mirar mientras
pasa la procesión. Este rito simbólico responde a la búsqueda subjetiva de los creyentes
y a su necesidad de la experiencia simbólica. La estructura de las cofradías
está bien diferenciada, cada una tiene su propia procesión y sus propios
estratos sociales como vemos en los diferentes atuendos. Hay que hacer especial
mención a los colores y a su posición en la procesión para comprender su
función dentro de la organización.
Podemos
considerar este tipo de rituales como un ejemplo de la pervivencia de la
historia en la religiosidad actual. En esta foto vemos dos tipos de realidades
como son las costumbres modernas (vestimentas para la ocasión con materiales
modernos) y las costumbres de la edad media (exposición/dramatización del
ídolo) momentos en los que se desarrolla este ritual. Si miramos al pasado
veremos que este tipo de actividades se vio favorecida por el Concilio de
Trento ya que concibió y se generó gracias a las cofradías y a las hermandades.
En la actualidad podemos ver como se siguen reproduciendo los gustos estéticos
de hace siglos de los que podemos identificar vestigios de la antigüedad que
llegan a ser incluso paganos (cetros que llevan en la mano o en general el
panem et circenses romano). Un ejemplo gráfico de esto lo vemos en los
“caperuchos” que hacen referencia al origen medieval pero también en los
cinturones de cuerda que hacen referencia al mundo romano. Durante los primeros
siglos del cristianismo no se llevó a cabo la “dramatización” o el “teatro cristiano”
dada la similitud del teatro pagano con la vida cristiana por riesgo a la
superposición de la escena con la vida cotidiana por lo que solo se limitaban a
la liturgia hecho que se pospuso hasta la época carolingia que se superpuso las
liturgias (procesional y la teatral). Su función en su tiempo era la de ser
iconoclasta ya que de otra manera la sociedad no vivía la religiosidad con el
fervor que debiera ya que no tenían acceso directo. La celebración de la semana
santa se expresa por tanto en tres niveles dramatúrgicos: en formas litúrgicas
tradicionales, en formas devocionales o paralitúrgicas y finalmente en
representaciones de la pasión con clásicos del teatro como son textos, actores,
vestuario, escenografía..
Como vemos además de los cofrades y sus
diferentes status hay un conjunto de mujeres que acompañan al séquito. Desde mi
punto de vista esto es muy importante para comprender la funcionalidad de este
rito. Si atendemos a su vestimenta y a su lenguaje gestual existe una clara
proyección de lo que se está escenificando, van de negro y sus caras son de
tristeza. Existe la creencia de que Jesús actúa a modo de salvador contra los
deseos individuales y la violencia colectiva. De este modo la figura de Jesús
es una transferencia de lo individual y de lo colectivo lo que implica hacer
explicito lo implícito. Del mismo modo se produce la escenificación de todo un
mundo irracional e inconsciente que no tiene cabida en el razonamiento lógico
dando lugar a la confrontación con la propia imagen. Si nos damos cuenta en
todo lo que es el ritual en sí vemos que el simple hecho de mirarlo lleva
implícito más de un significado ya que en este acto estar cara a cara con la
imagen implica una esperanza, esperar a que ocurra algo. Los creyentes tienen
fe, que no curiosidad, a la hora de ver la imagen por lo que no la miran del
mismo modo con el que la que lo miro yo por ejemplo.
En aquel momento se oían comentarios de
seguidores que decía que “la imagen parece que nos mira” es decir, que en la
religiosidad de estas personas se lleva a cabo un diálogo con su mundo interior
y el grupo que se representa en recuerdos de personas, situaciones, problemas,
necesidades y que puedo deducirlo de las lagrimas que muchas de estas mujeres
tenían en sus caras. Otro detalle a tener en cuenta es la transferencia
positiva que todas estas personas llevan a cabo y es que todos “creen mucho en
él” hecho que nos indica que la proyección que llevan a cabo alcanza niveles de
existencia elevados hasta el punto de considerar que la imagen y la persona de
Jesús no sea un simple objeto sino algo vivo que se aleja de lo simplemente
artístico. Este distanciamiento provoca que puedan establecer incluso
relaciones personales de tipo simbólico que lleva en sí una parte de realidad
en sentido antropológico. La imagen de dios tiene la capacidad de desencadenar
este mecanismo de proyección en las personas por lo que la imagen se carga de
sentido emocional. Esto nos indica como la gente para fundamental sus
costumbres o sus prácticas no utilizan solo la ideología o la jerarquía de
valores, que sería lo lógico, sino que todo el ritual va dirigido a la emoción
y a la tradición. Por lo tanto, los creyentes creerán que esta procesión es
buena o no en función de la emoción que puede despertar en cada uno.
Por otra
parte creo que es necesario mencionar que el culto a las imágenes y sacarlas en
procesión es también un hecho histórico por sí mismo ya que procede de la
antigüedad no solo de la etapa medieval. Parece que no se trataba tanto de
procesionar imágenes como hacerlo con iconos que reflejasen momentos de la vida
de Jesús, de la Virgen y de los santos. De esto deduzco que religión pública y
privada y entre doctrina religiosa y los aspectos estrictos de la religiosidad
popular debía de existir en los últimos años del Imperio Romano y puede que
incluso antes, en la religión pagana. La sensibilidad religiosa hace más
frecuente este tipo de imágenes religiosas y la unión entre lo público y lo
privado. La religiosidad y la relación que se establece con la imagen son muy
profundas, tanto que existe una identificación con su imagen y el dolor que
este demuestra. El “paso” de Jesús como vemos en la foto resulta pesado para
los costaleros y llegan a decepcionarse si este no lo resulta ya que por
liturgia e identificación este debe ser por definición dificultoso o doloroso.
Se comprende por lógica que Jesús es pesado porque les lleva a todos ya que
Jesús es cada uno y el grupo en general por lo que no sabemos ciertamente si son
los costaleros los que llevan a Jesús o es Jesús el que lleva a los costaleros
hacia la Virgen del Pilar. Sea cual sea el motivo, el costalero obtiene su
razón de ser en el sufrimiento. De este modo llevar a Jesús se convierte en un
honor que se extiende no solo a los nazarenos si no al resto de la comitiva.
Esto supone que la comitiva junto con la imagen representa una historia, un
drama de manera que el doble plano está presente en todo este acto así como el
sentimiento de unidad. La dualidad se extiende también a las actitudes de las
personas ya que se muestran contradicciones emocionales frente a la vida y la
muerte y frente a la violencia y la paz. De esta manera un momento de clavario
es vivido como una fiesta al lado de las mujeres que se lamentan, todo ello al
son del tambor. Así un condenado a muerte en el Calvario se proclama como vivo,
pasa de ser victorioso a ser imagen del fracaso de la humanidad o pasa de ser
una figura de respeto a ser blasfemada para finalmente ensalzarla. Esto refleja
en cierto modo el poder de la masa popular y con ello la popularización de la
religiosidad ya que los curas, figuras de autoridad normalmente, pasan a un
segundo plano. Todos estos opuestos, curiosamente, generan unidad ya que los
opuestos según el cristianismo son la razón de ser del hombre.
El origen del “capirote” (gorro que lleva esta
persona) es propio de la Inquisición. Las personas que estaban castigadas por
motivos religiosos se les imponía la obligación de usar una prenda de tela que
les cubriera el pecho y la espalda y un cucurucho de cartón en señal de
penitencia. Durante los actos y procesos del tribunal, a muchos de los penitentes
se obligaba a usar una prenda de tela que cubría el pecho y la espalda (sambenito)
además de un capirote o cucurucho de tela, cartón u otro material, que debían
llevar colocado encima de la cabeza, en señal de la penitencia que les había
sido impuesta. En la las ciudades en las que tiene más seguimiento la Semana
Santa podemos ver variaciones del capirote como por ejemplo: las diferentes
alturas del capirote, colores diferentes en función de la región y la
Hermandad, solo el cucurucho de cartón cubierto con tela sin el antifaz (portadores
de pasos de Murcia) o el uso del capirote de cartón que se cubre con la tela,
que es prolongada por delante en el antifaz y por la espalda en la muceta. En
Andalucía por ejemplo, hay diversas alturas de capirote con significado
específico que no se ha traspuesto a la Semana Santa de Zaragoza.
La cantidad de seguidores como he comentado se
identifican con la imagen pero hay que tener en cuenta otro sentimiento como es
la rivalidad entre otras cofradías aunque todos idolatren a la misma imagen y
vivan el mismo momento religioso. De este modo comprendo que existe una relación
solo vertical-proyectiva y no una relación horizontal. Esto hace que se
establezca otro tipo de relación entre ellos como esta mística o simbólica a
través de la imagen. Así, la imagen y el ritual supone un capital simbólico
importante que los diferentes grupo quieren apropiarse con el fin de apropiarse
del poder del grupo total de seguidores y cofradías. La identificación de Jesús
permite expresar y gestionar las fuerzas irracionales del inconsciente de los
individuos y del grupo que la razón no puede realizar por lo que la
representación se actualiza uniendo lo sagrado y lo absoluto a favor de lo
profano. Para hacer realidad la identificación el ritual utiliza todo tipo de
elementos y acciones que recuerden lo que ocurrió como por ejemplo el desorden,
el jaleo, los olores…de este modo se vive la experiencia simbólicamente. El
funcionamiento simbólico pasa por la sustitución y la plurivalencia del ritual.
Con la sustitución vemos como se produce la identificación con el personaje del
pasado y con su espacio y tiempo con personas y acciones del presente para
poder darle más emotividad de manera que la procesión sería una escenificación
y algo más profundo. Por ello, el incienso, las flores, los colores de su
vestimenta y sus actitudes tienen un doble sentido ya que tienen una función
presente del día a día en la liturgia y suponen un vehículo para transportar a
los creyentes a otro plano, un plano en el que la muerte, la violencia da paso
a la vida y a la reconciliación.
Como he
comentado, en este acto se unen dos tiempo y dos espacios como el origen, el
drama de Jesús que salvó al grupo y lo fundó y el momento actual por lo que
este momento se convierte en único y sagrado (momento de salvación dentro del
día a día). Los objetos del ritual como un trozo de madera, una túnica, una
cruz, un tambor..etc, son objetos de ahora pero tienen un significado claro, la
representación de la propia divinidad. Son estos elementos los que hacen que la
divinidad permanezca viva en el imaginario popular ya que son los encargados de
trasportar emocionalmente al creyente hasta el momento del calvario. La
representación no solo es con el pasado sino que muchas veces se utilizan símbolos
anacrónicos por lo que no solo se trata de representar el pasado si no que la
intención en revivir la experiencia del drama (no se basa solo en detalles ni tampoco
hay un acuerdo tácito). Sin embargo la acción tiene una ambivalencia y una
capacidad especial de sustituirse con el drama como es el caso de objetos o
acciones que no se relacionan directamente con el ritual de la subida al
calvario como es la presencia de otros santos que están presentes en tiendas
con motivo de la Semana Santa. Estas estampas sin embargo tendrán la misma
eficacia que la propia experiencia del calvario ya que se guardarán con el
mismo aprecio (como comprobé personalmente al observar la conducta de mis
compañeros de viaje al comprar estampas de santos solo en esta época del año).
Otro ejemplo de estos actos no relacionados pero presentes en el publico
asistente es por ejemplo la reunión en casa de algún familiar para rezar a una
imagen de Jesús o hacer fotos como recuerdo.
En esta
imagen vemos una de las máximas más importantes de la procesión como es la
adoración y el mecanismo de promesa (hay que fijarse en la cantidad de material
dorado, flores y telas de gran calidad así como los atuendos de los miembros de
la hermandad). En esta foto podemos ver cual es la relación del creyente con la
imagen y como se hace efectivo el “dar para recibir”. Los devotos son capaces
de donar lo que sea ya sea dinero, su propia presencia, su esfuerzo con el fin
de que este mismo reciba desde la propia vida hasta paz interior, seguridad,
amor…Esta es la materialización del deseo y la devoción. El deseo pocas veces
está presente en el calendario litúrgico y supone este momento un día clave
para exponer al ídolo las promesas que se han estado guardando para esta
ocasión. Si no comprendemos esto no podríamos comprender la idea global de la
Semana Santa. La relación de la imagen y la participación en la procesión hacen
que la experiencia simbólica sea relevante y si a todo ello unimos el proceso
de intercambio con el mundo de lo sagrado comprenderemos la relación de los
profano con lo religioso. Como Mauss dijo los creyentes establecen una relación
de “dar para recibir” muy común en la época antigua ya que este tipo de
relación satisfacía la necesidad de continuar viviendo y de buscar soluciones a
sus deseos amenazados por la muerte y
para su grupo que está amenazado por la violencia. Pagar el precio por la paz
sería una necesidad más que una obligación hecho que deja entrever un tipo de
“economía religiosa” que hace funcionar la liturgia del mundo religioso. De
este modo los hermanos y cualquier creyente puede invertir el dinero que desea
en honor a su imagen hecho que vemos claramente en la estructura de la
procesión, en sus atuendos y sobretodo en las colectas (a veces descaradas o
incluso agresivas). Un ejemplo de esto lo vemos en las colectas que se hacen en
la propia iglesia (5 miembros en cada entrada) o incluso en la misma procesión.
En este último caso será un hermano a cara descubierta en que pide donaciones
incluso antes de que empiece la procesión paseándose por los lugares
principales por los que pasará la procesión. Este acto es común en todo acto
religioso y no para costear el ritual sino que posee significación profunda
como es por ejemplo la cuota anual de culto de cada hermano, la lotería de
navidad o rifas.
Bibliografía
A. Burgos, Folklore de las Cofradías de Sevilla:
acercamiento a una tradición popular /Antonio Burgos.3ª ed. Sevilla:
Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1982.152 p.: il. + 10 p.
C. Fernandez,
Algunos
vestigios dramáticos en la Semana Santa almeriense/Concha Fernández
Soto. Narria: estudios de artes y costumbres populares. Ns.
89-90-91-92 (jun-dic.2000); p. 75-81;
J. M Jimeno Folklore de Semana Santa/José Mª
Jimeno Jurío. Pamplona: Diputación de Navarra, Dirección de Turismo,
Bibliotecas y Cultura Popular, [1973].30 p.